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Nuevo Amanecer

¿Quién Eres?

Article image «No tienes que complacer a toda la gente. Ni siquiera lo intentes. Tan sólo sé tú mismo. Ese es uno de los desafíos más grandes¨.
Al alma, no le importa ni el tiempo ni el espacio. En medio de nuestros problemas personales, el Alma se está riendo. Cuando estás preocupado porque a lo mejor alguien no te ama o te rechazará o que te van a despedir de tu trabajo, el alma está diciendo:
–¡Qué bien! Una nueva aventura.
Probablemente tengas miedo de perecer de inanición y el Alma diga:
–¡Qué maravilloso! A lo mejor bajamos de peso.
Estás angustiado porque a lo mejor no te alcanza para pagar la mensualidad del auto, y el Alma dice:
–Vamos a poder andar en bicicleta o a pié y veremos las cosas desde una perspectiva más pacífica.
A lo mejor creas que esta es una filosofía para idiotas, pero el Alma dice:
–Esta es la divinidad.

Sócrates dijo: «Conócete a ti mismo». En Hamlet de Shakespeare, Polonio amonesta: «Sé verdadero para contigo mismo». ¿Cuál «yo» es el que habremos de conocer? ¿Para con cuál «yo» tenemos que ser honestos? ¿Dónde está localizado el yo? Y se me acaba de ocurrir: ¿Cuál «yo» está leyendo estas palabras?

Estas son preguntas que los dramaturgos, filósofos y otros pensadores destacados han estado haciéndose desde tiempo inmemorial. Si las respuestas pudiesen arreglarse mediante cálculos matemáticos o medidas experimentales, los matemáticos y los científicos serían los seres más esclarecidos del planeta. Pero el «yo» sigue siendo un ser elusivo aún para los grandes pensadores de nuestra era. No podemos reducirlo a una fórmula, verlo con maquinaria de alta tecnología o de imágenes cerebrales o definirlo en conclusión con las palabras. El «yo» puede vivirse y experimentarse desde adentro. Cuando nos planteamos la pregunta inmemorial: ¿quién soy? y «¿por qué estoy aquí? , nos unimos a miles de generaciones de buscadores que se han propuesto a resolver el misterio de la encarnación, el acertijo de la existencia humana.
En lo que diferimos de aquellos que han ido antes que nosotros no es en las preguntas que hacemos sino en la forma en la cual la hacemos. En menos de un siglo, nuestro mundo ha cambiado de manera tan radical que ya no tenemos el apetito o la oportunidad de contemplar, actividad que nuestros ancestros disfrutaban. Parecemos haber perdido la facilitad de desaceleramos, de tomarlo con calma, de darnos tiempo. No es una sorpresa pues nos encontramos más apresurados que nunca. Nos llega más información de la que tenemos tiempo para absorber, y mucho más qué hacer. Nuestras expectativas, continuamente en aumento, de lo que debería ser nuestra vida se aseguran que tengamos los días desbordantes de actividad. Entre más comodidades tenemos, más tiempo utilizamos usándolas y dándoles mantenimiento. Entre más opciones tenemos, menos tenemos que elegir. Años atrás, cuando en EEUU había solamente cuatro canales de televisión, se requería tan sólo un momento para enterarse de aquello que no queríamos ver. Hoy en día, con cientos de canales disponibles, nos puede tomar una hora para saber que no hay nada que realmente nos atrape el interés.

Hoy en día, nuestras vidas están tan llenos con tantas alternativas y con frecuencia opciones encontradas que aunque la idea de simplificarnos la vida suene como una idea buena en teoría, la realidad es que resulta casi imposible hacerlo. Sí, resulta lindo detenerse en el camino a oler el aroma de las flores, pero entonces tendríamos que añadir a nuestra lista de «pendientes» la de «comprar rosas». Con razón resulta lógico que movimientos de esfuerzo personal como el llamado «Comer Lentamente» está extendiéndose por el mundo, a medida que más y más de nosotros buscamos la manera de regresar a lo que importa de verdad. Carlo Petrini, el fundador del movimiento dice lo siguiente respecto a aquello con lo cual se está enfrentando el mundo:

«Si vivo angustiado porque tengo que ir rápido, no viviré bien. Mi adicción a la velocidad me enfermaré. El arte de vivir es darme el tiempo para todas y cada unas de las cosas… En última instancia, «lento» o «despacio» quiere decir darse el tiempo para reflexionar. Significa tomarse el tiempo para pensar. Con calma, se llega a todas partes».

La naturaleza del alma es jubilosa. Para participar concientemente en la toma de conciencia del Alma, debes armonizarte con su naturaleza jubilosa. Cultiva el júbilo en ti mismo y en todo lo que hagas. El júbilo es más real que los problemas.

La habilidad de comprometerse en la auto reflexión es especialmente humana. Si lo perdemos, ¿perdemos nuestra humanidad? Hace algunos años, había una película que se tituló IA (siglas de «Inteligencia Artificial») que se trataba de una juventud altamente inteligente pero robótica. Cuando el robot se da cuenta de que no es humano, desarrolla una añoranza que no cedía de convertirse en un muchacho de carne y hueso. Tendemos a dar por hecho nuestra experiencia humana. Una parte esencial de ser humano, es tener un cuerpo físico. El robot de la película lo tenía, aunque era mecánico, pero le faltaba el factor «animante» decisivo: la capacidad de pensar, la emoción y la imaginación.

La imaginación es la fuente de la creatividad y la innovación. Con la imaginación viene la opción: podemos imaginarnos la negatividad y el daño, o lo que resulte útil y positivo. Podemos usar la imaginación para asistirnos en nuestro propio proceso de curación: la ciencia ha probado que nuestras imágenes mentales pueden cambiar la manera en la cual el cerebro y otros organismos del cuerpo funcionan.

Los seres humanos también tenemos emociones. Podemos amar, odiar, sentir miedo o júbilo. A veces no nos sentimos bien, pero al menos estamos sintiendo, cosa imposible para un robot. Las emociones brindan dimensión y color a la experiencia humana.

A diferencia de los robots, tenemos una mente que puede razonar, resolver problemas y dirigir nuestra energía al igual que auto reflexionar. Somos libros de dirigir nuestras mentes en dirección positiva o negativa.

También tenemos un inconsciente, que es un almacén muy vasto de pensamientos, sentimientos, deseos y sueños reprimidos e ignorados. Aun y cuando este material inconsciente no salga a flote, podrá influirnos fuertemente sobre nuestros pensamientos concientes, sentimientos y conducta.

En breve, la experiencia humana es tan vasta, tan llena de ámbitos, tan multidimensional que es poco probable que la ciencia pueda jamás diseñar un robot que siquiera llegue a tener tal complejidad. Lo que es aún más milagroso es que todos los ingredientes de nuestra humanidad constituyen solamente una parte de le experiencia tan rica que nos está disponible como seres totales.

Esta ser total es el «yo» verdadero, quien en verdad somos. Quien creemos ser, o lo que otros creen que somos es el «yo» falso. El «yo» falso (todo aquello que no eres en verdad) es lo que rindes en el proceso de tornarte en quien eres. Cuando te sacas de encima las opiniones, formas de pensar y adicciones de la personalidad manejada por el ego, lo que resta es el papel estelar de tu vida: hacer el papel de ti mismo.
Puedes empezar cuando quieras. ¿Por qué no ahora mismo? Al alejarte de los patrones auto destructivos del yo falso, te acercarás más a la fuente de nutrición y renovación. Aquí, en el «yo» verdadero, El Ama, encontramos al Espíritu y revivimos.

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