Tienda
LANGUAGE

Nuevo Amanecer

Decídete a Amar

nuevo a 09-18-15Traducción: Magaly Sanchez Ballesteros

Si todos estuviéramos completamente conscientes, no podríamos herirnos. Parte de eso es que, como seres espirituales que somos, tenemos la capacidad de trascenderlo. La capacidad de no tener dolores, de no tener sufrimientos, de estar libres de negatividad, es cómo realmente somos a nivel espiritual, y a nosotros en el MSIA nos interesa tomar mayor conciencia de lo que eso implica.

 

Está claro que tú no dirías nada hiriente si estuvieras en tus cabales. Si tuvieras conciencia del efecto que eso produce, no lo harías. No está en la naturaleza de una persona herir a otra, nadie es realmente así. Por eso, la manera más exacta de describir un incidente ofensivo en tu  matrimonio o en cualquier otra relación, sería: «Esto no eres tú. Esto no soy yo. Algo está pasando aquí, que realmente no es lo que somos». Y quizás tendríamos la conciencia de saber que eso no se siente como el amor, el carácter sagrado y la alegría propia de quienes somos, y que más bien es una distorsión, un error.

 

Y quizás lo mejor sería ponerle fin, simplemente dejar de hacerlo, porque tenemos conciencia de que eso no es lo que somos, de que eso no sirve. Nunca tiene utilidad, y si lo hacemos ahora, es como si estuviéramos perpetrando dolor, y ese sufrimiento tiene repercusiones más allá del presente.

 

¿Es eso lo que quieres hacer? Si no es así, déjalo de hacer ya mismo. Ésa es la acción que equilibra lo que no tenías ningún derecho de hacer, ya que ésa no es tu función en este nivel como co-creador con Dios. Tú no estás aquí para fomentar el dolor. Así que, cuando lo haces, se te devuelve para enseñarte y para que puedas decir: “Gracias. Recibí el mensaje. Aprendí mi lección. No lo haré de nuevo”.

 

Ése que habla es el ángel en la entrada. Aquel que dice: “No volveré a hacer eso de nuevo. Estaré consciente para evitarlo. Así que, si se me presenta otra oportunidad en que yo pueda herir, diré: ‘No, yo sé de qué se trata esto y a mí no me gusta. No vine aquí para hacer eso. No soy parte de algo así. No. Me niego a participar en el sufrimiento’”.

 

Pero lo más probable es que yo lo haga de todas maneras, especialmente porque nuestro condicionamiento nos lleva a tener una conciencia reactiva, parecida a esto: “No me gusta la manera en que me estás mirando”.

 

¿Qué haces?

 

“Me he condicionado para que me agraden ciertas miradas y otras me molesten y, entonces, cuando se manifiestan esas miradas en particular que a mí no me gustan, yo las combato”.

 

¿De verdad? ¿Las combates? ¿Por qué?

 

“Porque no deberían existir”. ¿Quién lo determina? Es lo que es. Hay un versículo en la Biblia que dice algo así: “La maldad presente es suficiente”. De manera que alguien ya entendió que “esto no funciona”. Terminemos con la negatividad que creamos. Dejemos de crearla. No tiene sentido. No sirve para nada.

 

Jamás sirve de nada, y también está la sabiduría. Si la sentencia ordena cuarenta latigazos y lo entiendes al segundo latigazo, ¿para qué recibir los otros? Podrías simplemente decir: “Ya lo entendí; los otros treinta y ocho latigazos no van a servir de nada más que para que yo sepa que yo fui quien lo creó. Pero si el propósito es que yo aprenda mi lección, ya la aprendí”. Y es ahí donde entran la misericordia, la gracia y el perdón.

 

¿Te gusta ser el que da de latigazos? Probablemente no, y si así fuera es porque habría karma en eso. Es como si dijeras que disfrutas causando dolor. Y tal vez eso esté compensando lo mucho que te odias, porque el causar dolor no es un acto que te haga ganar, especialmente a nivel verbal. Así que tienes que tener la inteligencia de simplemente dejar de hacerlo.

 

Luego, la otra persona tal vez diga: “Si no vas a pelear limpio, yo te voy a aplicar mi llave maestra”.

 

Y tú quizás contestes: “No te estoy contrariando. Solamente no quiero pelear”.

 

“Es que eso me pone más furioso aún. Me gustas cuando peleas, porque terminamos haciendo el amor. De alguna manera me recuerda que realmente te amo”.

 

Pero hay una manera mejor de recordártelo que hiriendo a otro.

 

Tú determinas los parámetros del tipo de matrimonio que deseas: “Yo no quiero un matrimonio en el que se digan cosas hirientes. Ésa es mi preferencia. ¿Podemos hablar sobre esto?”.

 

También representa una gran oportunidad. ¿Cómo puedo demostrarte mi amor? Haciendo algo que no haría, si fuera por mí y únicamente en mis términos. Pero la razón de que lo haga es porque te amo. Así que hago a un lado lo que yo quiero, mi interés personal, y en aras de mi amor elijo lo que tú quieres, aquello que te interesa. Y en términos de mi amorosidad, ésa es una experiencia maravillosa.

 

Tus celos, tu envidia y llevar la cuenta no es una experiencia muy positiva. Es algo así como: “Esta semana he hecho diecisiete cosas por ti y tú solamente has hecho ocho por mí”. ¿Qué clase de juego es ése en el que llevan la cuenta? Tan pronto comienzas a llevar la cuenta caes en una actitud de condicionalidad. Y si alguien dice: “Dame una lista de las razones por las que me amas”, sería mucho mejor que dijera: “¿Sabes? Es simplemente una decisión que tomé. Te amo. No se trata de lo que hagas o dejes de hacer, de lo que digas o dejes de decir, o de cómo sea tu apariencia. Es una decisión. La hice y la mantengo”.

Puedes apelar a la amorosidad de quien eres, y eso se traduce a: “Así es como me amo a mi mismo, así es como amo a Dios, y tú estás incluido en un espacio maravilloso. Y no hay ni un solo lugar en dónde este amor no exista”.

Mi evidencia que respalda esto, es que todo proviene de Dios. Y en ningún momento Dios diría: “¡Ups! No debería haber hecho esto. Me lo voy a saltar, fue un error, cuidado con eso, es un error que se me pasó”. No. Se ha puesto en marcha, de modo que el resultado sea siempre la acción amorosa. Eso es lo primero.

Entonces, sabiendo esto acerca de ti mismo, reconoces: “Bueno, así es mi matrimonio. Es siempre amoroso. Y algunas veces, a causa de mi naturaleza condicionada como ser humano, me olvido, me descuido, me distraigo, digo cosas hirientes. Y la verdad es que yo no soy así, eso no es quién yo soy, eso falsea el amor que te tengo”.

Y si tu pareja ya sabe esto, el amor es grande: «No hay nada que puedas hacer o decir que desafíe mi amor por ti. Ya está, ¡caso cerrado!, te amo. Pero si te comportas así, no participaré porque mi manera de quererte es no involucrándome en la manera en que expresas sufrimiento”.

 

Cuando una persona entiende esto, realmente lo aprecia. Si está en una actitud condicionada quizás diga: “Entonces ésa es la manera en que me amas. Te alejas cuando más te necesito, en mis momentos de debilidad”. ¡Cuidado! Alguien está tratando de hacerte una zancadilla para poner a prueba tu amor.

 

El amor se prueba a sí mismo. Si no lo entiendes es como estar parado frente al sol y decir: “No veo el sol”. Pero el sol está haciendo lo que normalmente hace, y de alguna manera tú lo estás negando o no lo estás captando. Estarás diciendo la verdad, pero también demuestra que hay algo en ti que está cerrado, que no está en conexión con lo que es el sol, porque si estuvieras conectado y consciente, lo captarías.

 

Así es tu amor. Si te das cuenta y estás consciente, lo captas. Es algo maravilloso porque jamás depende de nadie. Y es una decisión que tú puedes tomar.

 

Baruch Bashan.

 

John Morton

subscrib Nuevo A

3 comentarios en “Decídete a Amar”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

© 2014 Movimiento del Sendero Interno del Alma