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Nuevo Amanecer

El Despertar del Espíritu Interno

Publicación Original, Nuevo Amanecer Ano 2 No 5


La oportunidad de hacer nuestra la acción del Cristo está ante nosotros, aquí y ahora. Es alcanzable, es asequible y está viva.

La película Hermano Sol, Hermana Luna es la historia de San Francisco, y en algún momento de la película dice el Santo: «Somos una multitud de hombres que aman a Dios». Me conmueve esta frase atribuida a San Francisco y, además, siento algo muy profundo y más difícil de expresar con palabras.

Quienes estamos involucrados directamente con MSIA amamos a Dios, el Dios de todos nosotros. En la biblia, en el evangelio de San Juan Capitulo 4 Versículo 16, se nos dice: «Dios es amor. Y quien vive en el amor vive en Dios, y Dios en él«. Lo que también significa: «El Dios que mora en cada uno de nosotros ama toda la creación”, que somos todos y todas las cosas, sin excepción. El Dios que mora en nuestro interior ama al peor de los pecadores y al más despreciable de los seres humanos. Dios pone un gran ejemplo, que todos tratamos de alcanzar, y es el de amar toda la creación, sin excepción. Fue Jesús, en verdad, un paradigma, en este como en otros sentidos.

Entonces, ¿de qué nos sirve la historia de la vida y las enseñanzas de Jesucristo o cualquier otro testimonio de la presencia de Dios dentro de la forma humana, si no los aplicamos a cada uno de nosotros, individualmente?

Si pertenecen sólo a una época ya pasada y muerta, entonces considerarlos ahora no es más que un despilfarro del tiempo actual. Una gran parte del significado de la existencia de Cristo va más allá de la redención de los pecados en nuestra existencia terrenal. La vida de Cristo es una demostración de cómo aquello a que nos referimos en MSIA como el Espíritu, o el Espíritu Santo, vive en la carne, que es la forma humana. El mensaje de Cristo señala el valor de amarnos los unos a los otros y amar todas las cosas, así como Dios encarnado (dentro de cada uno de los hombres) lo hace. El Cristo vive siempre, en cada momento, a través de nuestra disposición al amor incondicional.

La oportunidad de proclamar la acción del Cristo está aún presente, aquí y ahora. Jesús dijo: «El reino de Dios está cerca” (Marcos 1:15), es decir, que está a nuestro alcance, es asequible, es viviente. En todo ello encuentras un interrogante: ¿Estás conduciendo tu vida de tal manera que le des mayor vitalidad al Cristo que vive dentro de ti? O ¿la llevas de modo que el Cristo parezca inexistente? Tal vez hasta donde puedas decirlo, no existe o es frágil o es débil. Tienes el potencial para despertar en ti la plenitud del Cristo, para darle vida en tu conciencia y en la expresión de tu existencia. Puedes despertar el Cristo que mora en tu ser, penetrando en tu conocimiento espiritual interno.

La Biblia nos señala dónde encontrar a Dios, y es en el mismo lugar en que está el reino de Dios. Las escrituras dicen literalmente: “El reino de Dios está dentro” (Lucas 17:21) y también que “Dios es un Espíritu y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). Lo que ocurre aquí, en este mundo, es un proceso interior. Veamos cómo demostrártelo.

¿Dónde estás leyendo estas palabras ahora mismo? ¿En el exterior, sobre el papel? Tal vez. Pero si cierras los ojos, ¿qué sucede? Lo más probable es que no veas las palabras a menos que, por supuesto, poseas la habilidad de retener la imagen del papel para visualizarla en tu mente. Es así, porque tienes la experiencia real de lo que ves dentro de ti. Está bien si a esto no le encuentras significado alguno. No obstante, cuando cierras los ojos dejas de percibir las palabras impresas en el papel, porque donde ves la escritura es en tu interior. Es dentro de ti donde experimentas la vida, donde sientes a Dios. Así que, ¿no será una gran broma de Dios el hecho de ocultarse en ti, en todas las cosas del mundo?

Si buscamos en la vida de Siddharta, el Buda, vemos que se fue en un largo viaje hacia la búsqueda de Dios o de la esencia de la vida, hasta que llegó a sentir gran cansancio. Un día casi se dio por vencido y se sentó, apoyando la espalda contra el tronco de un árbol. Y, entonces, apareció lo que buscaba.  En ese momento recibió la anhelada iluminación. Por tanto, tal vez podamos ahorrarnos el viaje si tratamos de encontrar así nuestra esencia y si aceptamos que está dentro de nosotros, nos sentamos, entramos y experimentamos la iluminación.

El Movimiento del Sendero Interno del Alma no es distinto del proceso relacionado con Siddharta. Es el acto de escapar del mundo exterior y entrar en los mundos internos o la experiencia interna. Cuando queremos la Luz interior pedimos una mayor presencia del Espíritu. Pero es como una broma, porque el Dios con quien tratamos es omnipresente, siempre presente. De modo que, ¿cómo puede Dios hacerse más presente si está presente en todo? Quizá la realidad es la de que nosotros nos hacemos más presentes. Y, por lo tanto, Dios se hace más presente en nuestra experiencia.

La broma aparece cuando pensamos que Dios se mueve, como cuando decimos «Dios, ven acá». A veces nos aproximamos a Dios como al «recadero del cielo», como si Dios estuviera bajo nuestras órdenes. Sin embargo, tal vez esto sea en parte verdad, si consideramos que cuando llamamos a Dios, nos escucha y nos responde.

Lo que hacemos al implorar la Luz es llamar a Dios y pedir que se manifieste su presencia, y luego nos disponemos a comprobar si su presencia se manifestó o no. Cuando en nuestros cánticos pronunciamos el nombre de Dios, como en el Anai-Hiú o el tono iniciatorio, somos muy presuntuosos si decimos que sabemos el nombre de Dios. De manera que el problema es: Como resultado de haber implorado el nombre de Dios, ¿se hace Dios más presente? Lo interesante de la respuesta, es que ella está totalmente entre Dios y nosotros. Sin considerar lo que cualquier otra persona experimente, tú tienes tu propio y directo conocimiento de Dios.

El Movimiento del Sendero Interno del Alma es la experiencia que te lleva hacia la parte más grande de Dios para hacer la integración con tu verdadero yo. En algunas etapas de tu vida, ¿no es verdad que intentaste ser algo que en realidad no eras?  Esto es propio de la naturaleza humana. Sin embargo, ello indica que no estabas rindiendo la debida veneración a Dios.  Gracias a Él existe el perdón, y Uno que puede perdonarnos.  Decimos «discúlpeme» cuando cometemos un error. Es como decir «perdóneme». Si entro en un ascensor y le piso un pie a alguien, podría decir: «Discúlpeme» o «perdóneme». Es como aceptar que pisé donde no debí haber pisado y trato de contrapesar mi falta.

Es curioso que, con frecuencia, queramos que se nos perdonen nuestros errores, pero no tengamos indulgencia hacia los errores ajenos. Así transcurre la vida de muchas personas.  «Si alguien me obstaculiza el paso, voy a obstaculizárselo a él».  Es como regresar a la ley del ojo por ojo y diente por diente, conocida como la ley de Moisés, también la ley que nos ata a este mundo.

En el Movimiento del Sendero Interno del Alma nos esforzamos por vivir en armonía. Pedimos perdón y perdonamos. ¿Con excepción? No, a menos que queramos transgredir la ley que nos une a todos. Las Escrituras nos dicen: «No juzgues y no serás juzgado. No condenes y no serás condenado. Perdona y serás perdonado» (Lucas 6:37). Así que, perdonamos incondicionalmente, como Dios también nos perdona incondicionalmente.

Pero hay algunas cosas que la gente cree que son indisculpables o imperdonables. De suerte que, a menudo se arrojan la autoridad de juez, jurado y verdugo. En todos los casos en que las personas juzguen contra otros o contra sí mismas, están actuando de manera por demás insolente, como si dijeran: «Conozco lo suficiente acerca de su vida para decidir que debo juzgarle. Quiero también ejercer la función de juez. Soy el verdugo y voy a castigarle ahora».  Pero el oficio de verdugo no es agradable. ¿Notaste alguna vez que cuando ibas a castigar, de un modo u otro resultaste castigado? Fue una pequeña señal proveniente de Dios. Hay mejores cosas reservadas para ti. Eres Co-creador, así que puedes crear lo que elijas. Si quieres ser un verdugo, eso serás.  Un día descubrirás fatiga y cansancio de la manera como conduces tu vida en perjuicio tuyo. Entonces comprenderás que no debes hacerte juez ni jurado ni verdugo. Empezarás a darte cuenta de que tienes mejores opciones. Anhelarás una forma de vida superior; quizás apenas digas: «Oh, Dios, ayúdame».

Es probable que en algunos momentos le hayas suplicado de rodillas a Dios. Es importante comprender que es en las peores circunstancias cuando Dios está más cerca de ti.

He aquí una manera de comprobar el Movimiento del Sendero Interno del Alma. Tal vez no hayas hecho esto desde la última vez que estuviste arrodillado. Trata de recordar todo aquello que te hizo postrar de rodillas a implorar, y dale un vistazo a tu vida a partir de ese momento. La pregunta es: Desde aquel instante ¿te has acercado más a Dios? (No necesariamente que hayas alcanzado lo que deseabas). Si buscas un criterio por medio del cual percibir si te encuentras más cerca de Dios, todo lo que necesitas considerar es si has llegado a amarte más a ti mismo y a tu vida en este mundo. Podrías estimar que lo que pediste no era realmente lo que mejor te convenía.  Pero si te acercaste más a Dios, te aseguro que tu oración fue oída y que desde entonces tu vida se ha enriquecido.

La emanación de Dios no está fuera del mundo. No es como el Mago de Oz. Pero para algunos sí lo es, porque salen a buscar a Dios como si estuviera sentado en un trono, en la cima de una montaña o en una cueva. Es una búsqueda inútil. En realidad es una búsqueda que te desilusionará. Pero esta contrariedad es una bendición. Da gracias cuando tus ilusiones desaparezcan, aunque el resultado sea la caída desde torres de marfil o posiciones importantes. Si ganas el mundo y pierdes tu Alma, ¿qué has ganado? Nada. Pero si ganas el Alma y pierdes el mundo, ¿qué has ganado? Lo que eres. Vas a perder el mundo, de todas maneras. Es seguro -una conclusión inevitable, predeterminada. ¿Entiendes eso?

De modo que, ¿para qué tratar de poseer algo que vas a dejar atrás? Lo dijo el Maestro: «Buscad el reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura» (Mateo 6:33). El desafío es, entonces, el de liberarse de las cosas que se te dan por añadidura, no sea que quedes atrapado una vez más en las mismas cosas que te ligan al mundo.

¿Qué experimentamos en el Movimiento del Sendero Interno del Alma? Cuando nos dedicamos a buscar primero a Dios, hallamos amor, atención y participación; salud, lujo y felicidad; riquezas, abundancia y prosperidad. Cuando buscamos de manera íntegra a Dios, entonces Él nos bendice íntegramente.  Esa es mi experiencia. Pero no te detengas antes de comprender en forma cabal a Dios. Y eso no ocurrirá del todo hasta cuando salgas de este mundo.

Mientras tanto, adquiere la certeza de que Dios está totalmente vivo y pleno en tu vida; de que Dios está en todas partes y en todas las cosas. Dios es Amor. Y cuando tu vida está llena de amor, está también llena de Dios. Y la tarea del Movimiento del Sendero Interno del Alma será siempre la de seguir la senda del Amor en todas las direcciones. •

Baruch Bashan.

1 comentario en “El Despertar del Espíritu Interno”

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