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Nuevo Amanecer

Verdades, Mentiras y Trascendencia del Alma

Saca provecho de las oportunidades que tienes. Aprende a amar a Dios, a Dios en ti, a Dios en los demás y habrás aprendido una de las cosas más milagrosas de este planeta. Las ilusiones de la mente, las emociones y el cuerpo desaparecen y la realidad de tu Alma y su conexión espiritual con Dios se manifiesta en ti.

Ese es el momento del que habló Jesús Cristo cuando dijo:

“El Reino de los Cielos está al alcance”.

En realidad, yo soy el estudiante. Mucha gente piensa que eso no es cierto. Pero muchos de ustedes tienen bebés pequeños en sus casas, y tú tienes que averiguar muy rápido lo que te están enseñando para que puedas hacer cosas por ellos. Cuando me pongo delante de un grupo de gente, tengo que averiguar muy rápido lo que buscan para poder entregárselo.  Eso me convierte en un estudiante y en realidad te convierte a ti, en el maestro. Entonces cuando la información llega a ti, esa información se convierte en tu maestro y una vez más, tú te conviertes en el estudiante.

En el nivel debajo de nosotros somos maestros, porque la gente en ese nivel no sabe

lo que nosotros ya sabemos. Y en el nivel en el que estamos, somos trabajadores. Solo estamos haciendo lo mejor que podemos para vivir este día y vivirlo lo mejor que podamos. Y en el nivel por encima de nosotros somos estudiantes. Entonces, en cualquier momento tenemos mucho trabajo por delante.

Hace muchos años, a mi madre se le ocurrían viejas homilías como: «No hay descanso porque los impíos y los justos no lo necesitan”. Eso significaba que me levantara, lavara los platos o sacara la basura. Un día ella me dijo eso y yo sólo la miré, y ella dijo: “¿No me escuchaste?” Yo contesté: «Sí, pero estoy decidiendo si soy malvadamente justo o soy un justo malvado”. Ella dijo: «Te avisaré cuando llegues a uno o al otro». Ella me miró con esa mirada que dice: “Vete ahora mismo”. Y yo dije, “Mamá, no has salido de casa en todo el día. ¿Por qué no vamos juntos en el auto y me cuentas? Y poco a poco, la involucré para que saliéramos.

Fue increíble que mientras estábamos allí y yo conducía, ella era mi amiga. Yo le hice muchas de las preguntas que realmente quieres hacerles a tus padres, pero eso podría parecer inapropiado. Entonces, comencé a hacer preguntas como: «¿Cuál es la cosa que más te enfada de mí?  Y ella dijo: «Eres demasiado agudo con las respuestas. Regresas demasiado rápido con ellas. Le dije: «Mamá, yo no sé de dónde salen esas respuestas. Me haces preguntas y simplemente surgen las respuestas. Yo no me siento a pensar, ni a planificar, ni debatir ni averiguar quién va a decir qué. Solo tengo la respuesta.  Y cuando algunos de mis maestros me preguntan, yo solo tengo la respuesta”.

Ella dijo: «Sí, he oído que eres un impertinente en la escuela». Yo no estaba seguro de que me gustara que dijeran que yo fuera impertinente, pero no pude evitarlo. ¿Alguna vez alguien te pregunta algo y antes de que te des cuenta la respuesta surge, y esa es la verdad? Y la dices, y esa verdad mata a todos, especialmente a ti, porque dicen: “¿Quién te crees que eres?» Y entonces sabes que diste en el blanco. Si te equivocas, sonríen y te dejan continuar con tu error. Yo he hecho bendiciones de bebés durante años, y el Alma de ese niño me dice muchas cosas sobre la madre, el padre, la casa y lo que sucede en la casa. Pensamos que un bebé no puede saber esas cosas porque no ha estado en esa parte de la casa.

La Iglesia del Movimiento del Sendero Interno del Alma (MSIA) enseña la Trascendencia del Alma. Y en ella, estamos enfocados en que la gente recuerde que hacen eso y que pueden hacerlo. Tratamos de que lo recuerden conscientemente. Es como hacerte recordar una vez más tus habilidades, de recordarte, que tienes esa capacidad y así hacerte más presente a esa respuesta instantánea que aparece de la nada —la respuesta que nunca pensaste y que nunca supiste antes de que la dijeras.

A menudo, cuando ves a alguien a quien no has visto por un tiempo, esta cosa sale de tu boca y es precisamente lo que la persona está escondiendo y no quiere que lo sepas. Y tú, simplemente lo dices; y la persona no sabe si golpearte, besarte, o matarte. ¿Cómo pudiste saber eso? Piensas: «Ni siquiera sé por qué lo dije. Solo salió de sopetón”. Ese tipo de verdad espontánea proviene del Alma. Y cuando ese bebé está durmiendo y tú estás en otra parte de la casa, esa Alma puede salir del cuerpo y viajar y ver lo que está pasando en la habitación, o en otro lugar de la casa.

Cuando somos mayores vamos a la escuela y mientras el maestro habla, nos perdemos de algo y luego regresamos a lo que el maestro está diciendo. En ese momento reconocemos que nos habíamos ido.  Pero a veces no sabemos a dónde fuimos. Algunas veces soñamos despiertos y mientras soñamos despiertos, sabemos que estamos soñando despiertos. Estamos soñando despiertos, pero también estamos escuchando y cuando regresamos, el maestro no sabe que estuvimos soñando despierto.  Podemos mirar al maestro directamente a los ojos mientras está explicando la materia, y nuestra mente está a kilómetros de distancia.

De vez en cuando, yo estaba dando clases a los estudiantes en la escuela o en la universidad y yo decía: «Si alguien levanta la mano en este momento le daré un dólar porque eso significa que está prestando atención”. Y yo seguía con la clase. Nunca perdí dinero. En algún momento pensé qué si toda la clase levantara la mano, yo quedaría arruinado. Pero valía la pena arriesgarme y seguir adelante.  Luego, más adelante yo decía: «¿Alguien me escuchó decir que si levantaban la mano les daría un dólar? Una o dos personas dijeron: «Te escuché decir eso, pero no pensé que lo decías en serio”.

Habían escuchado lo que dije y le estaban dando vueltas en la cabeza para entender de qué se trataba, y luego me atribuirme ese significado, a mí. Eso significa que no me iban a creer lo que decía. La mayoría de nosotros no tomamos en serio a las personas por lo que dicen. Escuchamos lo que dicen y luego le damos vueltas en nuestra mente, en nuestras experiencias y en nuestras emociones. Y después lo desechamos para ver si es verdadero o falso según nuestra experiencia, o según nuestra educación, o lo que  pensemos o fantaseamos.

Tenemos muchos puntos de referencia en nuestro interior para hacer presente lo que creemos es válido, o auténtico, o verdadero. Es difícil definir la «verdad». La verdad debe tener una evidencia empírica independiente. La única verdad que he visto que realmente funciona es tomar un objeto y dejarlo caer. Nunca vuelve a subir ni se queda en el aire. Eso es verdad todas las veces. Para mí, la gravedad es la verdad de la cual daré testimonio. Las otras cosas de las que daré testimonio serán mis creencias respecto a la verdad que conozco.

Eso es muy diferente a decir: «Esta es la verdad» y tratar de engañarte con eso.  Yo no me haría eso a mí mismo, no me gustaría que me lo hicieras a mí, y no lo haré contigo. Pero yo diría que todas estas cosas de las que estamos hablando se pueden comprobar. Si digo: «Estoy conduciendo un Rolls Royce que está estacionado justo enfrente», alguien podría levantarse, salir de la habitación y ver si hay un Rolls Royce estacionado enfrente. Si en verdad está allí, pueden decir: «¿De qué color es?» Y si les puedo decir el color, ellos pueden afirmar «Es verdad». Y también pueden indagar diciendo: «¿Cuál es el número de la placa?» y si me equivoco en el número de placa, pueden decir: «Está bien, yo tampoco sé cuál es el número de mi placa”. Y tal vez me lo concedan. Yo no haría eso. Si olvido mi licencia o mi número de placa, podrían decir: «¿Me puedes dar las llaves de tu Rolls Royce para ver si coinciden?

La gente te dirá una verdad, otra verdad, y otra verdad, y luego te mentirá. Entonces tú se los crees como si fuera la verdad, y no te vas a tomar el tiempo de revisar todas las verdades para ver si encajan en tu propia verdad —ver si encajan en tu esquema de posibilidades, o en tus probabilidades. Para ver si calzan con tus “qué tal si”. Y ahí es donde nos estafan.

Cuando yo te hable, ten cuidado, revísalo, pero no deseches aquello que pueda ser verdadero y útil para ti. No me permitas poner mis prejuicios en algo y arruinarlo para ti.  Tal vez odie que me claven agujas, así que digo: “La acupuntura es una cosa terrible”. Habrá gente aquí que te diga que eso es mentira. Simplemente puedo decir: “No me gusta que me pinchen con agujas; por lo tanto, no sé si la acupuntura funciona o no”. Y podrías decir: «Funciona para mí, y aun así no me gusta que me claven agujas. Pero cuando tengo problemas, voy a que me hagan acupuntura porque funciona para mí, aunque me duela.”

No sé por qué las mujeres tienen bebés. Ellas dicen que dar a luz a un niño es una de las cosas más dolorosas.  Y luego tienen otro hijo. Tú no ves que los hombres los tengan. Ellos dicen: “Lo vi, fue muy doloroso, así que ya no más”. Luego, más tarde, la mujer dice: «Este bebé es tan dulce y lindo», y el hombre dice: «Sí, es lindo y es mío». Ella dice: «Tengamos otro bebé», y él dice: «Me gusta hacer bebés». A la mayoría de los hombres les gusta. Pueden tener cierta preocupación al respecto, pero no se parece en nada a la preocupación de una mujer.

Y a pesar de que los hombres pueden proyectar sus conceptos en el bebé, en efecto, estamos dando vueltas alrededor de la idea de tener un bebé con nuestra mentira de lo que creemos que es. Podemos decir: “Eso es mentira. No sé cómo piensas. No sé cómo es, y sin embargo, esto es lo que expongo, cariño, y espero que puedas aceptarlo, aunque sea mentira». Y ella lo escucha y dice: «Está bien». Ella sabe que él no sabe, pero ella dice: «Te doy una A por el esfuerzo de tratar de entender».

El MSIA y la Trascendencia del Alma son muy parecidos a eso. Cuando empiezas a hacer el movimiento de alejarte del cuerpo con plena consciencia por primera vez, podrías asustarte porque de eso se trata la muerte también, y la memoria lejana de la muerte se mantiene con nosotros. Volvemos al cuerpo y nuestro corazón late muy rápido, y pensamos, “¡Oh, Dios mío! Pensé que me estaba muriendo».

En realidad, es un ensayo. Y al igual que las mujeres después del parto, dices: «No voy a hacer eso de nuevo”. Moriré. Bueno, pero no moriste esta vez. Pero al decir que te vas a morir estás escribiendo un círculo de mentiras en torno a tu verdad. Tienes que decir: “Espera un momento. Yo tenía miedo. Pensé que iba a morir, pero no morí. Y esas son las cosas empíricas con las que quiero trabajar”.

¿Cómo vuelvo a tener esa experiencia sin sentir que me voy a morir? Entra en ella un

poco más lento. Ve a ello con alguien que pueda observarte cómo lo haces. Asóciate con personas que sean buenas en la Trascendencia del Alma.  Podrías comenzar a hacer tus EEs. y de repente cabeceas y te quedas dormido. Un poco más tarde abres tus ojos, y dices, “¡Guau! Tuve una experiencia muy extraña, pero no recuerdo lo que pasó”. Más tarde, piensas: “Estoy comenzando a tener un vago recuerdo de lo qué sucedió. Yo estaba en otro lugar” —y de pronto reconoces— “¡Dios mío! Yo estaba fuera del cuerpo.”

Nadie lo sabe excepto tú. Luego, llegas a un seminario y yo lo empiezo a describir. Dices: «Alguien más lo sabía porque él está allá arriba describiendo lo que yo estaba atravesando”.  ¿Cómo es que él lo sabe, y lo describe? No era exactamente lo mismo, pero tiene un paralelismo tan estrecho con lo que me pasó a mí. Él lo sabía. Él lo sabe.»

Amigos, yo lo sé. No hay duda. Eso puede herir los sentimientos de muchas personas

porque podrían decir: “No, él no sabe”. Pueden decir todas las mentiras que quieran decir sobre mí, envolver mi verdad y afirmar que todo es mentira, ¿y adivinen qué? Aun así, yo lo sé.  Eso es lo más difícil para las personas que se oponen a la Trascendencia del Alma. Como ellos no pueden desmentirlo, entonces es obra del diablo.

¿Por qué carajo querría el diablo que te alejaras del cuerpo para que pudieras ver la realidad total y ver dónde encajan el diablo y la negatividad? Entonces podrías decir: “Yo sé lo que es». Cuando regresas al cuerpo, te pones de pie y dices: «El poder negativo establece este tipo de situaciones para atraparte”. No le vamos a creer a esa persona porque nos parece que está loca, hasta que nos pasa a nosotros. Entonces, algo adentro dice: «Recuerdo a esta persona hablando de esa experiencia y le sucedió de esa manera. ¿Y quiénes eran?  Oh sí, estaban con ese grupo del MSIA. Los llamaré y hablaré con alguien”. Y encuentran un ministro que comienza a explicarles las cosas, y ellos piensan: “Sabes, me acabas de salvar la vida”.

No te salvamos la vida. Acabamos de aliviarte de un poco de ansiedad. “Salvarle la vida a alguien” es una mentira y van a tratar de rodear la verdad con ese tipo de mentiras.

Ni siquiera los dejamos hacerlo. Decimos: “No, simplemente te alivió de cierta ansiedad. La ansiedad son las mentiras que residen adentro”. Cuanto más puedas practicar entrar y salir de tu cuerpo en el nivel del Alma, más fácil es empezar a hacerlo conscientemente. Una vez que empiezas a hacerlo conscientemente pasas por diferentes niveles. Algunas personas comenzarán desde el cuerpo físico, y van a ir al astral, y en medio del nivel astral hay un lugar llamado «Summerland» —Tierra de Verano— que es absolutamente hermoso. Muchas personas lo adoran como su cielo, y el dios de ese reino es adorado como el Señor de Señores. Eso es como viajar a una ciudad cercana más grande, y pensar que has encontrado el cielo.

Es un nivel inferior de creación. No les digo esto para que lo crean, sino para que cuando lleguen allí, no se queden atrapados. Siempre que estés viajando en el mundo espiritual y dices: «Esto es, yo soy esto, llegué, no hay nada más que yo», mejor di «etcétera» porque podrías atraparte con tu peor mentira, creyendo que lo que piensas en tu mente es la verdad.

A veces les digo a las personas con quienes trabajo: «Sólo porque pensaron eso, no me lo impongan porque yo no pienso eso, yo no hice eso y no lo voy a hacer. Tú asumiste que yo iba a hacer otra cosa y empezaste a dirigirme en una dirección a la que yo no voy. Si quieres saber lo que estoy haciendo, siéntate, mira y escucha. Entonces te diré algo. Cuando necesite tu ayuda, me volveré hacia ti y te diré: ‘¿Puedes ayudarme con esto?’ Y si quieres descubrir lo tonto que soy, solo siéntate y mírame, porque demostraré mis niveles de estupidez a medida que aprendo cosas nuevas, o voy a demostrar mis niveles de inteligencia si voy más allá de ti.”

La Trascendencia del Alma tiene muchas trampas. La gente me habla de estar haciendo lo que no pueden, leen información al sobre ello y salen tratando de hablar al respecto como si en verdad pudieran hacerlo, cuando todo lo que pueden hacer, es pronunciar palabras. Pero hay una manera de corregir eso:  Cuando lo haces, el Espíritu lo reconoce por ti. No se trata de que te sientas bien adentro, porque probablemente yo podría hacer que todos ustedes se sintieran realmente bien por dentro, si dijera lo que es correcto para cada uno.

La verdad de nuestra existencia es que somos divinos. La ilusión de nuestra existencia es que somos la mente, las emociones y el cuerpo. Estas enseñanzas no son de John-Roger.

Vienen del Espíritu. A veces el Espíritu se llama a sí mismo John.  También se dice Jesús Cristo. También se dice Espíritu Santo y Espíritu Sagrado.

Me gustaría decirles con toda humildad que todas estas son mis enseñanzas y que todo proviene de mi mente. Sé que no puedo hacerlo porque no puedo recordar los seminarios que di en otras ciudades. Entré en un ‘estado senilidad temprana’ hace más de veinte años. Tengo que escuchar la información yo mismo. Leo disertaciones. Leo mis propios libros, y cuando los leo, me río y pienso: «Eso es muy cierto». La gente pregunta: «¿No escribiste tú eso?»  Y yo respondo que sí, pero lo olvidé.

Existe un peligro en esos libros. La verdad es que son buenos libros. El peligro reside en que por el hecho de estar en un libro, vas a pensar que es verdad. En ese punto es mejor que comiences a estar alerta para no dejarte engañar por las opiniones de otras personas que piensan que porque está escrito en un libro, es verdad. Los mentirosos pueden escribir, o hablar, o salir en televisión. Sin embargo, puedes leer un libro y extraer la verdad, que es lo que aplica para ti en ese momento. Si hay una parte que no conoces, inclínate en ella y verás qué tan cierto es para ti. Nuestra falta de voluntad para arriesgar las emociones, la mente, la personalidad y la reputación es lo que nos derrota en tener plenitud de la vida.

Hace mucho tiempo mi padre le pidió a mi madre que le explicara algo. Yo acababa de regresar de la universidad, donde estaba estudiando psicología, así que yo sabía mucho. (Yo no tenía mucha experiencia; sólo sabía mucho. No sabía mucho sobre la verdad; simplemente había leído un montón de libros). Después de que mi madre le explicó, mi padre se volvió hacia ella y le dijo: «¿Podrías darme una buena razón por la cual eso sea cierto? Y ella se dio la vuelta y se alejó de él diciendo: “Puedes hablarle a mi nuca” y salió de la habitación.

Mi papá me miró y dijo:

—¿Le puedes creer a una mujer así?

—Sí, ella salió de la habitación.

—Por eso me casé con ella.

—¿Para qué?

—¿Te fijaste en ella después de que se fue?

—Sí, papá, lo hice.

Él dijo: “Yo también, hijo”, y se levantó y la siguió.

Nunca le seguí la ruta a eso, pero mi mente lo hizo. Había algo dulce en nuestro hogar

para decirle a alguien que se fuera al infierno. Se esperaba con ansias el viaje. Y si sonreían, te querías ir con ellos, porque nadie estaba siendo malicioso ni tratando de lastimar ni desquitarse a expensas de agredir a otra persona.

Nuestra venganza era quedar iguales, como cuando te golpeas el dedo y te duele, y alguien te dice: «¿Te golpeaste el dedo? Te dolió ¿no es así?” Y muy pronto esa persona se golpea el dedo y tú le dices: «Oh, te golpeaste el dedo, te dolió ¿no es así?» Ahora estábamos a mano. Ninguno estaba más arriba que el otro. Todos lo hicimos.

Esperábamos a que otra persona se golpeara el dedo para que todos pudiéramos saltarle encima. La naturaleza humana es así, pero el hecho de saltarle encima siempre tenía apoyo amoroso. Las familias saltan unas sobre otras. Todos vamos a hacer eso, pero, aun así, hay apoyo amoroso subyacente debajo de todo eso. Esa es la parte de la Trascendencia del Alma que tiene lugar físicamente. Nos movemos con nuestro Espíritu y comenzamos a apoyar a la persona.

Tan pronto como cambiamos nuestras emociones, empezamos a sermonear a los demás.  Nos irritamos con ellos y, a medida que avanzamos con nuestra mente, comenzamos a criticar y juzgar a la persona. En ese punto el Alma se retrae. Entonces comenzamos a usar el poder de la negatividad en contra de la persona a que amamos, adoramos, veneramos y que nos importa. Eso es cuando la negatividad se apodera de nosotros y comenzamos a representar la ley kármica en lugar de la Trascendencia del Alma. Les vamos a dar su castigo porque “se lo merecen”. Nos parece obvio porque pensamos: «¿Por qué castigaría yo a alguien en este mundo a menos que yo supiera que se lo merece?»

La gente se pregunta por qué alguien los está castigando cuando lo acaban de conocer hace unos minutos. Cuando me pasa eso, me pongo de pie y salgo de la habitación. No voy a tomar partido ni a juzgar. Pero siempre sé esto: el que está derribando a alguien se está derribando a sí mismo. Cada vez que escuché a las personas hablar negativamente de otra persona, supe que había una negatividad dentro de ellos que hablaba desde ese mismo lugar. Y no pasó mucho tiempo hasta que la persona que estaba profiriendo todos los insultos, también comenzó a insultarme después de haberme ido. La gente piensa que cuando alguien está sentado con ellos haciendo lo que ellos quieren, esa es la verdad y luego, cuando se van, dicen la mentira.

La Biblia dice algo como: “Gana el que persevera hasta el final”. Debemos estar vigilantes todo el tiempo, y la vigilancia es la libertad. ¿Qué libertad es la que buscamos, en última instancia? Nuestra propia libertad. No puedo darte algo a menos que lo tenga  para dártelo. ¿No sería terrible si yo comenzara a decirte lo malo que es usar anteojos y que te vas a arruinar la vista y la vas a empeorar, y luego me diera la vuelta y me pusiera los anteojos para ver lo que quiero ver? Esa es la hipocresía reinante, suprema y disfrazada como si no supieras la diferencia. La gente no es tonta. Las personas son excitables, emocionales y se lastiman, pero en el fondo de todo eso queremos mejorar. Queremos tener un equilibrio en nuestras vidas. Queremos mirar a nuestras familias y decir: “Esta es una buena familia”. Y queremos mirar nuestro trabajo y decir: «Este es un buen trabajo, el trabajo que hago es bueno y el producto de ello es bueno». Y queremos mirar a nuestros amigos y decir: “Estos son muy buenos amigos. Pasaría el resto de mi vida con ellos”.

Establecemos un código para que las personas lo sigan y, tan pronto como se salen de ese código, no vamos a ponerlos en el camino correcto. En cambio, los levantamos y les embutimos la cabeza en ese camino. Los sermoneamos. Cuando te caes en el lodo, no necesitas que alguien te empuje más la cabeza. Necesitas a alguien que te ayude a levantarte y a limpiarte.

En la Biblia, Caín preguntó: «Acaso Soy yo el guardián de mi hermano?» Dios no respondió. Pero hay una respuesta, y es que tú eres el guardián de tu hermano. ¿Quién respondió? Jesús el Cristo. La respuesta fue amar a Dios con tu cuerpo, mente, alma y espíritu, y amar a tu prójimo como a ti mismo. Eso te convierte en el guardián de tu hermano. No te convierte en un prisionero ni en el guardián de tu hermano. No te da derecho a ir a interferir. Cuando ves a dos personas discutiendo no entras y dices: “Ahora escúchenme, Uds. dos están discutiendo. Ella tiene razón” — porque ella puede darse media vuelta y golpearte. O puede que él te derribe. Quizás podrías caminar hasta allí y decir, ¿hay algo que pueda hacer para ayudar a que la situación avance? Podrías aventurarte hasta ese punto.

En cambio, la mayoría de nosotros nos miramos unos a otros y decimos: “No tengo autoridad en este asunto”. Pero necesitan ayuda de una autoridad. Todos estuvimos de acuerdo en que la policía tiene la autoridad, así que llamamos al policía y el policía camina hacia ellos y dice: «Ahora, sepárense y retrocedan». Y ellos se separan y retroceden. Él les dice: “Cálmense por un minuto. Tú cállate. Voy a hablar con él”. Y el otro se calla. ¿Por qué él no se calla cuando habla la gente normal, si todos tenemos la misma voz? Es porque reconocemos la autoridad que le hemos dado al policía. No solo la reconocemos, sino que la respetamos.

Dios nos ha dado la autoridad y la responsabilidad para hacer la Trascendencia del Alma. Y Jesucristo dijo: “Esto que yo hago, vosotros también lo haréis y aún más grande, porque yo voy al Padre. Voy a ver que lo hagas”. Él se superó a sí mismo y superó al mundo. Mientras estaba sentado en el Huerto de Getsemaní, dijo: “Dios, si puedes quitar esto de mí, desearía que lo hicieras”. Él estaba listo para tirar la toalla, pero dijo: “Señor Dios, hágase tu voluntad, no la mía”. Y se superó a sí mismo. No mucha gente va a cargar su propia cruz para ser crucificado. Dicen: “Si me van crucificar, ellos deberían cargar la cruz. Yo no la voy a cargar. Cuando lleguen allí, es posible que estén demasiado cansados para colocarme en ella”.

Jesús dijo: “Estas cosas que yo hago, vosotros también las haréis y mayores aún”. No solo se refería a los milagros. Se refería a la resurrección y al ascenso, que es la Trascendencia del Alma. Todo ese regalo se te entrega. Tenemos que seguir mirando hacia eso, no a John-Roger. Eso es mirar una forma física. La forma entrega el mensaje. La esencia transmite la información, y el Espíritu hace la sanación y la elevación. Lo hace para mí a la vez que lo hace para ti. Y lo hará en mí.

Yo me entrené durante años. Cada vez que me salía de la ruta era como si dos ladrillos me golpearan la cabeza. Si me inclinaba hacia un lado, me empujaba de regreso otra vez. Si yo decidía que no quería hacerlo, un camión me atropellaba. Me decía: “No vas a tener nada qué decir en esto porque, antes de nacer, acordaste que lo harías. Estás tratando de zafarte de tu compromiso y no vas a poder”.

Pero cuando el Señor les pide que hagan algo, muchos de ustedes dicen: “No, yo no”.  Lo ves a Él y dices: “¡Guau! Cualquier cosa. Lo que sea». Entonces bajamos aquí a la Tierra y decimos: “¿De esto se trataba? Yo no hubiera estado de acuerdo con eso. Por supuesto que no. No soy tan tonto”. Oh sí, todos somos así de tontos y todos estamos aquí porque todos somos así de tontos.

Una mujer me pidió una vez que le diera un mensaje a Jesús. Yo le dije:

—Entrégaselo tú misma.

—Es que él no me escucha.

—No lo culpo.

—¿Qué quieres decir?

—Si vas a hablarle como me hablas a mí, no sé por qué Él querría aguantarte.

—Tú lo aguantas.

—Me dijeron que tenía que hacerlo.

—¿En serio? ¿Tienes que escucharme?

—Tengo que escucharte. Tengo que aguantarte.

—¿Te molesta eso?

—Sí, me incomoda aguantarte.

—¿Soy así de mala?

—Así es

—Seguro dices la verdad ¿no es así?

— Sigues haciendo las preguntas más absurdas. Si dejaras de hacer esas preguntas, podríamos salir de aquí a través de la gracia.

—No, tengo una pregunta más. ¿Me amas?

—Todavía te amo.

—¿Y entonces?

—Y no me gusta estar cerca de ti. Si pudiera elegir, preferiría seguir caminando.

—De acuerdo.

Ella se alejó y se sentó.

 

Hablé con ella después del seminario. Ella dijo:

—Cuando yo vea a Jesús, le voy a decir que hiciste un buen trabajo.

—No tienes que hacerlo.

—¿Por qué no?

—¿Quién crees que está de pie aquí y observa todo esto? ¿Quién crees que me da la información? ¿Crees que tengo esta habilidad? Buen Dios, desearía tenerla. Desearía poder decir: ‘Sí, yo soy Jesús’, y eso sería verdadero. Pero Cristo está en todos nosotros, así como estaba en Jesús, y nos hemos olvidado de eso. Mi trabajo es seguir diciéndote que la oscuridad de la negatividad vendrá contra ti para forzarte a corromper la verdad de tu propio Cristo.

¿Crees que la negatividad no viene a mí? Lo hace, mañana, tarde y noche. Cuando entra en la habitación, enciendo una vela y dejo que la vela maldiga la oscuridad. Cuando la negatividad ve la luz, se da cuenta de lo que ha estado haciendo. Cuando llega en tu contra, todo lo que tienes que hacer es iluminar el lugar con tu propio amor interno.

Queremos amor en nuestra comunicación, y podemos poner el humor de la Luz y el Amor en nuestras vidas, sin importar nada más. Yo no me tomo la vida en serio. Soy sincero con la vida, pero no serio, porque es muy divertido ver cómo y por qué hacemos las cosas, y todo sale bien, de todas maneras. Les he dicho a mis amigos: «No sé cómo voy a superar esto». Pensamos que nunca lo vamos a lograr y lo logramos, cruzamos al otro lado y decimos: «Sabes, nunca pensé que podría lograrlo de esa manera». Todos nos reímos porque sabemos que no podemos superarlo, que estamos en el punto de ruptura, que no podemos ir más allá y, sin embargo, estamos aquí. Nosotros hacemos un montón de verdades, las rodeamos con una mentira y luego creemos en la mentira.

Saca provecho de las oportunidades que tienes. Aprende a amar a Dios, a Dios en ti, a Dios en los demás, y habrás aprendido una de las cosas más milagrosas de este planeta. Las ilusiones de la mente, las emociones y el cuerpo desaparecen y la realidad de tu Alma y su conexión espiritual con Dios se manifiesta en ti. Ese es el momento del que habló Jesús Cristo cuando dijo: “El Reino de los Cielos está al alcance”.

Baruch Bashan

 

 

 

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