“Cuando éramos Espíritu, éramos muy grandes. Y cuando nacimos, tomamos una decisión en nuestro ser –llamémoslo el Alma– de restringir nuestra función a la forma del cuerpo físico. Elegimos la restricción. ¿Por qué demonios haríamos eso cuando la restricción es tan dolorosa? Porque la restricción y el estrechamiento del camino también es una forma de disciplina y maestría”. ~ John-Roger
Este artículo de John-Roger se publicó por primera vez en la versión impresa del New Day Herald, noviembre de 1992.
Es de esperar que ustedes hayan estado estudiando para lograr la trascendencia del alma. Todos viajamos fácilmente en el alma; ese es nuestro método de operación. La Trascendencia del Alma es más difícil. Vamos al Lugar Sagrado y Santísimo de la existencia. Nos llevan ante los ancianos del Consejo Kármico para ver si estamos tan limpios como decimos. Y es muy interesante porque al Consejo no se le puede engañar. Si te paras ante el Consejo Kármico y dices que estás limpio y aparece algo, ellos te miran y deciden que probablemente no estés limpio.
No hay forma de engañar a nadie cuando estamos en el Espíritu. Pero hay todo tipo de formas de engañar a la gente aquí en este mundo. Sin embargo, hay una pregunta clave dentro de ti que dice: «¿Y qué? Eso no es lo que estoy haciendo de todos modos. Eso es en lo que participo porque tengo que vivir aquí, pero eso no es lo que estoy haciendo».
¿Has notado alguna vez esa diferencia en ti mismo? No quieres hacer algo, pero terminas haciéndolo. Eso no es lo que eres. Lo que haces nunca es lo que eres. No puedes hacer lo que eres. Solo deja que esto se interiorice un poco. No puedes hacer lo que eres. Te hace a ti. Lo que eres te respira. Si no lo crees, simplemente deja de respirar.
Quiénes somos en realidad está oculto. Y, por extraño que parezca, toda la literatura sagrada ha señalado al “Tú” de “Tú Mismo” o al “Eso” de “Sí Mismo” o al “Yo Soy” como la causa primordial de nuestra existencia física. Si eso tiene algo de verdad, y yo lo atestiguo, ¿por qué no querríamos saber qué es lo que gobierna nuestra vida?
¿Qué es lo que nos empuja desde dentro cuando no queremos que nos empuje? ¿Qué es lo que nos llama a algo cuando no queremos oírlo? ¿Qué es lo que permite que el cuerpo se enferme y luego lo saca y lo cura? ¿Qué es lo que se supone que debemos aprender aquí, de todos modos? ¿Y por qué me pasa a mí? Nunca lo pedí, nunca lo ordené. No lo suscribí. No hice nada. Ahora bien, tal vez no hacer nada sea parte de ello. La decisión por defecto es tan mala como una decisión equivocada. Si tienes eso bien claro, comenzarás a tomar tus decisiones. Cuando las tomes y alguien te diga: «Elegiste mal», podrás decir: «Sí, lo hice. ¿Y qué?» Al menos tomaste una decisión consciente. Y es de esperar que estuvieras atento para ver a dónde te llevaba esa elección para poder corregir el rumbo si fuera necesario.
Si alguien te dice que tomaste una decisión equivocada y tú reaccionas diciendo: “Bueno, no sé, tal vez sí, tal vez no, y qué”, entonces estás recurriendo a mecanismos de defensa. ¿Has descubierto alguna vez que cuando defiendes tu existencia, esta se acumula en tu interior en forma de presión? Estalla en forma de dolores de cabeza, de ojos, de espalda, de piernas. Tal vez engordes mucho, o adelgaces mucho. Ciertamente algo está sucediendo dentro de ti que no es lo que deseas.
Las decisiones que tomamos, sean correctas o incorrectas, son nuestras. Cuanto más nos limitamos, física, mental, emocional o económicamente, más nos sometemos a una ley. Esa ley es la ley de la limitación y la restricción. A veces, eso se considera algo malo.
Veámoslo de otra manera. Cuando éramos Espíritu, éramos muy grandes. Y cuando nacimos, tomamos una decisión en nuestro ser –llamémoslo el Alma– de restringir nuestra función a la forma del cuerpo físico. Elegimos la restricción. ¿Por qué demonios haríamos eso cuando la restricción es tan dolorosa? Porque la restricción y el estrechamiento del camino también es una forma de disciplina y maestría.
Sabíamos en nuestra inteligencia –no en el intelecto mental sino en el Espíritu, nuestra verdadera inteligencia–, que, al limitarnos, tendríamos un propósito en la dirección de nuestra vida. Nos restringimos y limitamos para cumplir un propósito, de modo que podamos abrirnos de nuevo a la gran inmensidad de todo.
En algún lugar de nuestro interior tenemos un conocimiento tan absolutamente poderoso que haremos todo lo posible para llegar a él. Mi Espíritu sabe lo que está bien cuando yo no puedo percibir lo que está mal. El tuyo también lo sabe.
Siempre parece haber un equilibrio en nuestras vidas, pero cuando estamos en una mala racha, es difícil percibirlo. No vemos el panorama general de nuestra existencia. Algunas personas llegan a esta vida y les suceden todas las cosas malas. Un hombre incluso escribió un libro titulado When Bad Things Happen to Good People (Cuando a la gente buena le pasan cosas malas). Somos creadores. Es así de simple.
Sí, somos divinos. Somos Dios. No somos el gran dios, excepto en nuestro interior. En nuestro interior, tomamos decisiones. Somos creadores. Somos destructores. Podemos tener pensamientos negativos o positivos. Podemos tener un enfoque positivo o negativo. Y podemos ir al infierno, o podemos ir al cielo. En realidad, no podemos, pero podemos ir en esas direcciones. ¿Alguna vez has oído a alguien decir: «Vete al infierno»? Cuando era más joven, solía decir: «Fui allí, pero seguí adelante, vi tu nombre en la puerta, así que regresé».
Mi madre solía decir: “Hijo, si vas a decirle a la gente que se vaya al infierno, no sonrías”. Le pregunté qué quería decir con eso y me dijo: “Bueno, si sonríes, es posible que te pidan que vayas con ellos”. ¿Por qué iba a sonreír? Si le dijera a alguien que se fuera al infierno y fuera, sería feliz porque entonces sabría dónde está ese lugar. Y entonces sabría a qué temer y a qué no temer. ¿Qué es lo que más tememos en esta existencia? A lo desconocido. ¿Y quiénes somos en su mayoría? Desconocidos.
Entonces, el miedo se traduce en “En realidad tengo miedo de saber quién soy. ¿Qué pasaría si descubriera que no soy tan grande como pensaba? No sé si podría soportarlo”. Esa parte verdadera de ti será más grande de lo que crees. Porque también abarca tu pensamiento, tu respiración y tu sueño. Nadie que lea esto sabe cómo digerir los alimentos, cómo hacer circular la sangre o cómo respirar. Sin embargo, todas esas cosas suceden dentro nuestro. En algún momento, ese algo desconocido se va y las funciones del cuerpo se detienen. Esa es una señal de que ese ser desconocido se fue.
Vemos vida en las personas y nos sentimos alegres y emocionados. ¿Sabes por qué realmente amamos a las personas? Porque cuando estamos con ellas, nos sentimos vivos y felices. Y cuando dejamos de sentir eso, dejamos de amarlas. Es triste decirlo, pero también dejamos de amarnos a nosotros mismos.
¿Por qué a veces vamos en contra de aquello que amamos? Porque algo dentro de nosotros nos impulsa y nos mueve. Y eso, les digo, es la invisibilidad de tu ser. Eso es lo grande y la grandeza de tu Espíritu. Es lo tremendo de tu existencia. A menudo, cuanto más te acercas a esa fuente, más inspirado te sientes para querer hacer grandes cosas en este mundo. Algunos días te despiertas y te sientes tan lleno de energía que sólo quieres salir a bailar claqué, escribir canciones, cantar musicales, hacer esto y crear aquello. Sabes que podrías hacerlo. Y no tengo dudas de que podrías hacerlo, pero me pregunto si mantendrías tus esfuerzos, porque sé que tan pronto como comiences, también te separarás de la fuente que inicialmente te dio la energía. Aquí tenemos el dilema: si quieres algo, tienes que ir a buscarlo. Si vas a buscarlo, te alejas de la fuente de energía que te impulsó a conseguirlo. Si no vas a buscarlo, no lo vas a conseguir. Serás miserable aquí o miserable allá. ¿Qué deberías hacer?
Lleva la fuente contigo mientras caminas hacia tu objetivo. ¿Cómo sabes que lo estás haciendo? Ponte en contacto con ella. ¿Cómo? Vuelve a tu interior y realiza la asociación libre hasta que encuentres algo que te siga atrayendo cada vez más hacia lo más profundo o te conecte con el sonido de la voz de Dios dentro de ti y vuelve a subirte a él. Conéctate con la fuente de Luz del Espíritu dentro de ti y mírala mientras caminas hacia ella. Júntalas a ambas y comienza a trascender todas las cosas que te rodean, segundo a segundo.
Tu Espíritu, lo que eres, es sagrado. Tu esencia misma es sagrada. Y no puedes tocarla. Intenta agarrar el aire y aferrarte a él. Tienes más posibilidades de hacerlo que de agarrar lo que eres. Y, sin embargo, te estoy hablando como una extensión de lo que soy. Estoy respirando como una extensión de lo que soy.
Y si observo la respiración, el habla, el pensamiento y me observo a mí mismo, me doy cuenta de que alguien me está observando, observándome a mí mismo, y esa es otra parte de mí. Y he aquí que descubro que soy el observador y el observado.
Aquí hay una clave, y es hacer. Crecemos porque crecemos. Cantamos porque cantamos. Y escribimos porque escribimos. Y todo esto lo hacemos en el entorno. Si dejáramos que el entorno nos gobernara, lo haríamos viéndolo como una referencia de quiénes somos. No soy un producto de mi entorno y nunca lo he sido. Si lo eres, entonces habrás hecho algo como esto: si no te sonrieron de la manera correcta, abandonas. Si no te aplaudieron de la manera correcta, abandonas. Si no te dijeron las cosas de la manera correcta, abandonas. Y si dijeron cosas malas sobre ti, abandonas. Si no se sentaron de la manera correcta, no sonrieron de la manera correcta, no miraron de la manera correcta, no tenían el color de piel correcto y la forma correcta de actuar, abandonas. Esa es la diferencia entre quienes hacen y quienes abandonan.
Todos nosotros, que Dios nos bendiga, estamos haciendo lo mejor que podemos con lo que sabemos y con lo que tenemos a nuestro alcance. Si pudiéramos hacerlo mejor, no creo que haya alguien que no lo hiciera. ¿Cuánto va a costar hacerlo mejor? Cuesta lo que cuesta. Para algunos de ustedes, es simplemente dejar un hábito negativo.
Estás donde estás ahora mismo gracias a todo lo que has hecho. Todo lo que he hecho desde el primer día hasta ahora es una pequeña parte de lo que soy. Si quiero hacer algo diferente, entonces tengo que cambiar algo. Por lo tanto, es obvio que, si no quiero hacer algo, no voy al lugar donde está sucediendo.
Porque todos sabemos que, si me presento, lo haré. Es una forma de decir que, si vas a hacer algo, hazlo. Y si vas a involucrarte en algo, participa en ello. Si no lo haces, no vayas y pretendas que lo haces. Simplemente mantente alejado y deja que tu amor fluya.
Espero haberles dado muchas cosas en las que pensar. Esta información no pretende ser una declaración final ni una solución para ustedes. Quiero que sigan observando la vida, que vean lo que hay ahí fuera y lo que hay dentro de ustedes y cómo pueden aportar lo mejor de ustedes mismos.
Si todos aportamos la mayor parte de nosotros mismos a esta vida, tendremos paz y abundancia, y será maravilloso para todos. Todos tendremos la oportunidad de crecer, explorar y ser alentados. Y la palabra autoestima ni siquiera estará en el diccionario. Todos la manifestaremos mientras lo hacemos. Y todos dirán: «Hazlo». Y lo haremos. No lastimaremos a nadie, y la gente sabrá que, si lo hacemos, nunca tuvo la intención de lastimar y al instante será perdonado. Entonces seremos libres nuevamente.
Baruch Bashan,
John Roger, DCE.