El lago Como y el tren panorámico Expreso Bernina a través de los Alpes fueron como una siesta en los brazos de la madre naturaleza después de la intensidad de los gobernantes urbanos del mundo occidental, Jerusalén y Roma. Después del Expreso Bernina necesitaba un lugar donde aterrizar y pasar la noche antes de continuar con los acontecimientos en Estrasburgo. Cuando miré Airbnb hace unas semanas, había un anuncio que, en lugar de simplemente promocionar todas las comodidades, trataba sobre Jesús e invitaba a los huéspedes a preguntarle al anfitrión sobre como obtuvo su curación a través de Jesús. La habitación se llamaba Sala del Fuego Curativo. ¿Cómo podría resistirme a eso?
Resultó que el lugar estaba en un pequeño y pintoresco pueblo suizo llamado Igis, con vistas exaltadas de las montañas y la iglesia del pueblo. Mi anfitriona era una encantadora viejecita (una anciana de estatura reducida, Okey) que me contó, en un inglés apenas funcional, ayudado por un diccionario y su Biblia doblada como con orejas de perro, todo acerca de cómo estuvo en el hospital con un virus en la sangre y Jesús se acercó a ella y le dio un pasaje de la Biblia para que lo recitara. Poco después salió del hospital, ante la consternación de los médicos. Yo quería contarle mi propia historia, pero parecía que había demasiados actos y un elenco de personajes demasiado grande para caber en el balcón de su pequeño apartamento.
Ella me preguntó si conocía a Jesús como alguien que pregunta si conoces a Joe en la calle. Le dije que sí y le conté todo lo que pude sobre nuestros viajes a Israel y sobre el MSIA. Había una poderosa energía devocional en su hogar que, combinada con las montañas verdes y blancas bañadas por las nubes y la plácida energía de la aldea, me acurrucó en un estado tranquilo y de otro mundo. ¿Puedo por favor vivir en esta montaña para siempre y tener sólo pensamientos acerca de Dios?
Pero al día siguiente quería algo más. O menos. La energía devocional de “Estoy aquí y Dios está allá en la próxima cima de la montaña” y el orden perfecto de la aldea de 900 años de antigüedad, que al principio me había parecido tan reconfortante, comenzaron a llevarme a una sensación de éxtasis, como estar demasiado tiempo en un aeropuerto o en una estación de tren. Estaba preparado para algún movimiento de mi conciencia interior espiritual en Estrasburgo. Me guste o no, estoy comprometido con el karma de la época y el lugar en el que nací—el tren sin paradas.
Fotos del lago de Como y los Alpes suizos.
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